Los culpables.

En la última entrega del blog les contaba de mi frustración con las dietas. Pero también les conté mi descubrimiento: la culpa que las dietas no nos funcionen no es nuestra (al menos no un 100%). Todos sabemos que debemos mejorar la calidad del sueño, bajar el estrés, comer más vegetales y menos azúcar y hacer ejercicio. Pero…Por qué nos cuesta tanto incorporar estos simples pasos a nuestra vida diaria? Abajo 5 culpables:

1-   Nos concentramos en el objetivo, alto y abstracto: perder peso, tener una cintura de avispa, etc. En lugar de focalizarnos en el camino, nos concentramos en el destino. Todo se nos hace cuesta arriba y lo peor: muchas veces entramos en el “todo o nada”. Me salí de la dieta una vez y entonces ya la abandono completamente. Lo importante son las pequeñas acciones diarias.

2-   Ya lo sabemos: no hay efectos duraderos con dietas súper estrictas y rápidas. El cuerpazo de las modelos en verano no es ciertamente resultado de una dieta de 30 días…ni mucho menos. Además, el peso que perdimos con la súper dieta del momento es más que probable que lo ganemos así de rápido. Abandonemos modelos de cuerpos imposibles y concentrémonos en amar y cuidar el cuerpo que nos aloja hoy. La publicidad y las expectativas sociales al tacho (he dicho).

3-   El ambiente en el que nos movemos debería ser un aliado (pero en la mayoría de los casos no lo es). La publicidad nos vende mentiras y los alimentos procesados están creados para despertar más y más ganas de lo mismo: azúcares, grasas, alto contenido en sodio, etc. Alimentan una adicción muy difícil (pero no imposible) de borrar. Sin mencionar la conveniencia de los alimentos procesados, semi listos para comer, la cena más rápida del mundo (y por lo general barata!). ¿Cómo negarnos?

4-   La importancia y el papel de las hormonas (cuando no!). Cuando ingerimos comidas que contienen azúcares o glucosa (o carbohidratos como las pastas y la pastelería), el cuerpo utiliza la insulina (una hormona creada por el páncreas) para distribuir esta glucosa en las células y así producir la energía necesaria para funcionar. Cuando las células tienen suficiente, la insulina “guarda” esta glucosa que sobra a modo de grasa (por lo general en la zona media del cuerpo y alrededor de los órganos) para cuando la necesitemos más tarde. (Apuesto que todos sabemos qué ha hecho nuestra insulina con la glucosa que le sobró!). Por si esta hormona fuera poca cosa, los niveles altos de cortisol (otra hormona, generada en la glándula suprarrenal), causados por el exceso de estrés, manda señales al cerebro para que produzca más azúcar para enviar a las células en los músculos (en caso de tener que salir corriendo ante el ataque de un león, por ej.), también enlentece la actividad digestiva (nadie puede digerir corriendo) y genera insomnio (no sea que caigamos dormidos ante el posible ataque del mismo león). El único problemas es que: no hay león posible que nos ataque!. 

5-   Otras dos hormonas culpables son la ghrelina (hormona que regula el hambre) y la leptina (la que regula la saciedad), completamente confundidas en sus funciones por factores tanto internos (desbalances sustanciales en nuestro cuerpo) como factores externos (publicidad, estrés, la generación de necesidades de alimentación, etc.). El resultado: nuestro cerebro confunde el hambre con las ganas de comer y lo peor: no sabe cuándo ya es suficiente.

Así y todo, aún creo que es posible la trasformación de nuestro estado de salud, con sólo cambiar la estrategia. La responsabilidad es sólo nuestra y de nadie más. Pero conlleva esfuerzo y energía. No hay atajos ni varita (o píldora?) mágica.

Es posible la generación de hábitos saludables que, casi sin darnos cuenta, nos lleven a un cambio sostenido y sostenible. Está en nosotros elegir cómo nos queremos sentir, qué cuerpo nos hará sentir cómodos y devolverle a las hormonas su rol verdadero (a ver…que no hay leones!).

Sin embargo, la sola fuerza de voluntad no es suficiente y lo que lleva un equipo de marketing entero para desajustar no puede (o es muuuy difícil) ser ajustado por una persona sola. 

Un estado saludable es el resultado de la suma de muchísimos pequeños actos de salud: hábitos saludables. Les propongo un plan de apoyo, conozco trucos y atajos para hacer esto mas fácil y con buenos resultados. Aunque parezca que vamos contra la corriente. El bienestar está más cerca si caminamos juntos.

En la próxima van tips! Nos leemos?

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