A mí? Ninguna dieta me funciona.
La verdad, nunca pude seguir una dieta. A mí me gusta comer y comer cosas ricas.
Aún por cuestiones que no tienen que ver con perder peso, nunca pude seguir un régimen de comidas que me dicte qué debo y qué no debo comer. Me produce mucho estrés estar contando calorías y porciones y además del constante estado de alerta, no sea que me descuide y me salga de la dieta.
Las veces que lo intenté, parecía que mi cuerpo y mi mente se habían confabulado para que ansiara comer todo aquello que no podía. A veces venía súper bien: desayuno liviano, pan de granos (una sola rebanada!), queso magro y la manzana (la bendita manzana), aguantarme hasta el almuerzo y simular que realmente disfruto esa ensaladita triste y la media suprema de pollo a la plancha (sabe lo mismo que una suela de zapato y cuesta más), mirar la colación de la tarde como a la última Coca Cola del desierto y llegar a casa: cansada y pensando qué cocino para la cena.
Y entonces sucede: pienso que me he portado tan bien que si pico alguna cosita no me hará nada (total la ensaladita esa debe haber sido muy cerca de cero calorías!).
Pienso que tuve un día pesado de trabajo. Pienso que la maestra de mi hijo me ha reportado que el chico no hace los deberes y que tengo que ajustar clavijas.
Pienso que después de la cena me pondré en la computadora a pagar facturas.
Pienso que me merezco esa galletita con trozos de chocolate que me llama desde la mesada de la cocina. Pienso que con una sola no me alcanza y una lata de soda me ayudará a bajarla, además de darme esa burbujeante energía que necesito para encarar la segunda mitad del día.
Pienso que ya me salí de la dieta así que para qué seguirla, me daré el gusto de cena y postre y la dieta queda para el lunes (no se de qué semana).
Después, ya tarde en la noche, me cuesta dormirme y me cae la culpa…me siento pésimo porque no puedo…no puedo bajar esos kilos que me sobran por más que lo intento. Los mío son los rollos, no hay caso…y me duermo pensando que soy un desastre.
¿Te pasó? ¿Suena familiar? Pues tengo novedades: la culpa no es tuya y te cuento el por qué en la próxima entrega del blog. Nos leemos pronto!